Alumnos Internacionales UM
 
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Saira Sandoval
Universidad de Baja California, México.
Saira nos deleita con su visión equilibrada acerca de las diferencias culturales, de las ironías de nuestra idiosincrasia, y enumera las peripecias de este viaje.

Todo es diferente. Fue la primera línea que escribí en mi muro de Facebook cuando llegué.

Escribir sobre las impresiones de Montevideo, del Uruguay ahora es un tanto difícil, ha pasado mucho. He evitado las comparaciones con mi país quizás inútilmente, no es que uno sea mejor o peor, simplemente son diferentes y, a pesar de las diferencias, esta ciudad ahora es ya parte de mí y de mi cotidianeidad.  Es ya mi ciudad.

Con el tiempo he descubierto lo que me gusta, gratas similitudes y también quizá con mayor prontitud lo que me disgusta. Pero no voy a hablar de mi cultural shock sino de mi día a día. 

Cuando llegué me sorprendió el frío. Montevideo me recibe con un final de invierno que no imaginaba, hacia más frío de lo que pensaba y la ciudad me parecía gris, monocromática, como detenida en un tiempo que no es hoy pero tampoco es el siglo pasado. Edificios "coloniales", como lo llamaríamos en México, con esa particular arquitectura junto a otros elevados con balcones que penden desde el cielo.

El sol tímido se escondía y rara vez se asomaba a mirar a los recién llegados, esos con acento extraño que comparan todo. “¿De dónde sos?” era la pregunta que iniciaba las conversaciones ocasionales, repentinas, por la calle o en algún comercio, “México” respondía, “¡ah, Cancún, Playa del Carmen!”, me contestaban y yo asentía, aunque venga de un sitio más lejano, muy al norte. Me complace encontrarme con personas que tienen una imagen cálida y buenos recuerdos de mi país.

Me gusta Uruguay y su gente. El uruguayo es amable. He tenido buenas experiencias y la fortuna de compartir con lindas personas. Ubicarse en una nueva ciudad cuesta trabajo pero con el mapa en mano vas averiguando y encontrando sitios, pedir una dirección es divertido, a veces también se convierte en una odisea. Al igual que los “paseos” en bondi, se toman rutas que no te llevan a donde quieres o tomas la correcta pero en otra dirección. Lo mejor es siempre pedir al guarda que te avise cuando tienes que bajar.

He cambiado mi dieta “t”, tacos, tostadas y tamales, por chivitos, pizzetas y muzzarelas todo con fritas y alfajores.

Con el tiempo no adopté el acento pero sí palabras y frases muy rioplatenses como el “pará, pará, pará” deteniendo a alguien, el “vení, vení, vení” para hacer que venga, “re copado” cuando algo te encanta y, por supuesto, el “¡ta!”, que aún no logro entender qué es lo que en realidad significa y de dónde viene, pero ¡ta!

La rambla rodea Montevideo, y el Río de la Plata  no es sólo un lugar natural sino un lugar para socializar. Es común bajar a diario a tomar algo de sol, leer, pasear y, obvio, tomar mate.

Cada día es particular, no sólo transcurre de casa a la uni y viceversa, poco a poco, me familiarizo con museos, la merienda de café y medias lunas. Los fines de semana son de feria por la mañana y de previa y boliches por la noche.

Que Uruguay sea un país “pequeño” y que Montevideo sea una capital “pequeña” en comparación con otras del mundo, aunque a ellos le cueste admitirlo, es su mayor fortaleza. Siempre tienes cerca algo que ver, algo que escuchar o alguien nuevo a quién conocer. Sí, Uruguay es diferente, pero nadie dijo que eso fuera mejor o peor. Simplemente, hay que leer ciudad.



Montevideo, Uruguay, es diferente, particular.



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