Universidad de los Hemisferios, Quito (Ecuador)
Estudia Comunicación
Nos deleita con su impresión sobre lo uruguayo y lo quiteño, la capacidad de bilocar la mente y la experiencia
(Es un post de su blog personal)
Luego de casi una semana de aguaceros sin parar en Montevideo, finalmente hoy en la tarde salió el sol; así que después de tomar el clásico té con galletitas de la tarde, salir a caminar un rato por "La Rambla" (una avenida bien alaja de acá) no fue tan mala idea. El cielo tenía una tonalidad amarilla -medio oscura- que contrastaba con un celeste brillante en la parte superior.Me acordaba de una frase que mi abuelito solía decir: "Arreboles amarillos...ni pastos, ni quesillos. Arreboles colorados...aguaceros continuados", entonces, ojalá el buen clima le vaya pudiendo a las fuertes lluvias.Las luces de los postes se veían más brillantes de lo normal y el "pum-pum-pum" de la música de Parque Rodó (en el que hay Rueda Moscovita, juegos para niños, el "Samba" -versión montevideana de nuestro "Tagadá"- , etc) me sonaba un poco lejano, estaba encantada con la brisa casi fría que me tocaba el rostro y concentrada en la piedrita que iba pateando hasta llegar a la rambla.
No es tan largo el camino que hay que recorrer para el lugar que cuento -talvez unos 10 o 15 minutos máximo a pie- pero el corto lapso de tiempo bastó para que, al llegar, ya el cielo se haya tornado oscuro. Al salir de la casa me "robé" una estrella del cielo (la única que había hasta entonces, recordando el típico jueguito de la niñez de cogerse una estrella y pedir algún deseo...Lo curioso es que suele ocurrirme que, cuando hago eso, no me acuerdo ya del deseo al poco rato, y no logro imaginar cómo sería mi vida si todos los deseos que pedí cuando era enana se hubieran cumplido. Talvez hubiera tenido una bicicleta súper chévere o mis pas me hubieran regalado el juego de mesa "La Herencia de la Tía Agatha" en vez de "Life" en alguna navidad...)
Pero no me desvío de la idea principal...al llegar a la Rambla nos sentamos (con Estefi, mi amiga) en una de las banquitas que hay allí; el viento soplaba más fuerte y empezaron a aparecer más estrellas en el cielo. El paisaje me hipnotizaba...a lo lejos se veía un par de luces de barcos que navegan lejanos por el Río de la Plata (que a mí me parece mar, porque tiene olas -pequeñas, pero olas al fin- y arena y bueno, lo que se ve en una playa).
No estuve mucho tiempo sentada allí, estimo que fue exagerando una media hora, pero bastó para rematar la jornada del sábado, me llenó de una especie de tranquilidad, y al pensar en una que otra cosita, me trajo "una felicidad de esas buenas" (para quién entienda esa expresión).
Al volver, comentaba que me gusta mucho ver cómo hay en el pavimento algunas piedritas (o lo que sea) qe adquieren como un "brillito" con las luces del alumbrado público, no se si lo entiendan, pero es una especie de brillo totalmente esporádico que me divierte mientras camino...y, de cierto modo, me recuerda a las caminatas por las calles de Quito y ese sonido de las llantas de los autos que pasan presionando el pavimento y hacen "qqssshhh".
Ahora tengo en la mente la idea de que no es tan complicado estar lejos de "la tierra de uno" si los recuerdos siempre están. Al fin y al cabo; el acto de recordar siempre hace que, de cierto modo, volvamos a vivir. Fue como ver el brillito de las calles que, aunque esporádico, se me hacía medio parecido al brillo de las estrellas (que están bien lejos) pero van siempre con uno, cuando camina (por las calles, ya sea de la ciudad o...de la existencia)