Sara Palacio
Universidad de medellín
Colombia
Sara pincela Montevideo y su visión en las primeras semanas de intercambio
Montevideo es una ciudad tan diferente a Medellín, que hasta las cosas más triviales han sido toda una experiencia para mí. En Montevideo se vive despacio, hay tiempo para tomarse un mate con los amigos, para tomar el té (que en general incluye una gran cantidad de masitas –pastelitos-, tostadas y sándwiches) en las tardes, para caminar un rato por la rambla y para comer abundante y sin afán.
La herencia europea se nota mucho, tanto en la gastronomía (abundan los restaurantes y lugares en los que venden pasta y pizzas) como en los apellidos y las historias que los mismos uruguayos cuentan. Sentarse a hablar con cualquiera de su ascendencia, incluye un recorrido por varios países, un montón de apellidos impronunciables y unas mezclas bastante interesantes. Además, no viven de tener y mostrar que tienen, sino de disfrutar lo que tienen y que sea suficiente para vivir bien (al menos así me ha parecido a mí).
Lo que más me ha gustado es que, por ser una ciudad a nivel del mar (o del río, todavía no sé muy bien qué es lo que hay en la playa) y sin grandes montañas a su alrededor (opuesta completamente a Medellín que es un valle rodeado completamente por montañas), casi diario se ve la puesta del sol contra el horizonte y la salida de la luna desde el principio. Eso es algo que no se sabe apreciar hasta que notamos que no todos lo tienen.
Hacer un intercambio siempre es algo muy interesante y muy complicado a la vez. En mi caso, no elegí el destino por la Universidad (que ha resultado ser muy buena), sino por la ciudad en sí. Y no me he arrepentido ni un segundo. Ni siquiera con el frío tan atroz con el que me recibió la ciudad.